4/10/09

Hèr pressupòsti en tempsi de crisi o dera possibilitat - dubtosa - deth pas d'ua critica destructiva a ua propòsta en positiu.



Moción de censura presupuestaria


En su artículo del domingo pasado, Ángel Laborda se refería a que otoño es época de previsiones económicas, ya que constitucionalmente el Gobierno tiene que enviar a las Cortes el proyecto de ley de Presupuestos Generales, que no es sino una previsión de los ingresos y gastos del Estado, que tiene que descansar en una predicción previa sobre lo que se espera que sea la marcha de la economía del país en el marco de lo que se espera también que sea la marcha de la economía mundial, en general, y la de nuestros socios comerciales más próximos, en particular. Dado el peso que tiene el pronóstico gubernamental, no puede resultar extraño que también en otoño se hagan vaticinios económicos por parte de organismos económicos tanto públicos como privados.

Laborda terminaba su artículo con un gesto de humildad muy poco frecuente. "En abril de 2008, cuando se solicitó por primera vez la previsión de PIB para 2009, los analistas pensábamos que éste iba a crecer nada menos que un 2.1%. Si no fuera porque no hay otros mejores, ya nos habrían despedido a todos". No fue el Gobierno exclusivamente el que se equivocó en sus vaticinios económicos en la elaboración de los Presupuestos de 2009, sino que fueron todos los organismos económicos, públicos y privados. La crisis económica no la vio venir prácticamente nadie y la intensidad de la misma provocó un desconcierto generalizado. De ahí que no pueda dejar de resultar sorprendente el reproche dirigido en especial al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de haber improvisado en la definición de su política frente a la crisis. Una vez que habían fallado estrepitosamente todos los cálculos y que la realidad a la que se tenía que hacer frente no se parecía en nada a la predicha, ¿quedaba alguna alternativa distinta de la improvisación? Durante un año se ha estado improvisando, en España y en todas partes, con un único objetivo: reducir el alcance de la crisis para evitar una catástrofe de proporciones incalculables.

La impremeditación no ha funcionado mal. Estamos mal, pero podíamos estar mucho peor. Y han sido los gobiernos, todos los gobiernos en general, y el español en particular, los que han conseguido con su política económica pegada al día evitar que ahora estuviéramos en una situación inmanejable. No han sido los Gobiernos los que han generado la crisis y sí han sido ellos los que han evitado el colapso del sistema y los que han posibilitado que ahora nos estemos planteando cómo entrar de nuevo en la senda del crecimiento económico y de la creación de empleo.

Quiere decirse, pues, que las previsiones económicas para 2010 se están haciendo en unas condiciones completamente distintas de las de 2009. Aunque habrá que esperar para comprobarlo, no parece aventurado afirmar que el grado de fiabilidad de los pronósticos para este próximo año es muy superior a las que tuvieron las del año pasado. Los Presupuestos de 2009 fueron irreales, porque se hicieron con base en unas conjeturas escandalosamente erróneas. Ése no parece que sea el caso este año.

En consecuencia, carecería de justificación que el debate político y parlamentario sobre el proyecto de Presupuestos de 2010 se desarrollara en los mismos términos en que se desarrolló el del año pasado, cuando nadie sabía, nadie podía saber con la información de la que se disponía, cuáles iban a ser los ingresos y gastos del Estado y, por lo tanto, el debate era un debate en el vacío. Había una situación de emergencia a la que había que hacer frente como se pudiera y después ya se vería. Este año no. Seguimos en una situación de emergencia, pero de menor entidad y ahora todo el mundo está en condiciones de definir una política presupuestaria. De ahí que no resulte justificable que en el debate no se produzca una contraposición de políticas que hagan visibles las alternativas para salir de la crisis.

Llegado el caso, sería perfectamente comprensible que se hiciera uso incluso de la moción de censura, con la finalidad de que el principal partido de la oposición dispusiera del tiempo suficiente para explicar al país cuáles serían los Presupuestos con los que, en su opinión, España recuperaría la senda del crecimiento y de la creación de empleo. La reacción del PP tras conocerse el proyecto de Presupuestos creo que puede calificarse, sin incurrir en exageración, como moción de censura. ¿Por qué no la formaliza?

Javier Pérez Royo. El País, 3 d'octobre de 2009